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miércoles, 10 de abril de 2019

El payaso Kanqui: Sin gloria y sin maquillaje y preso mal preso

                                                  


Con la peluca roja y el sombrero de Kanqui, su creador, Kelvin Francisco Núñez Morel, estaba acostumbrado a tener las cámaras y todas las miradas encima. El pasado lunes, cuando regresó al país, no fue la excepción. La diferencia es que caminaba esposado, sin maquillaje, sin la gloria del personaje y ultra enfocado ante la vergüenza de ser acusado de agresión sexual en perjuicio de niños y niñas.
Desde que el rumor comenzó a señalar al personaje Kanqui como protagonista de un reportaje de televisión, la conmoción creció en una ciudad acostumbrada a reverenciar al chico de “las manos arriba” y “El Motorcito”. Los días avanzaron y la curiosidad aumentaba. ¿Y es Kanqui? Era la pregunta y también la respuesta en todas partes.
Kelvin Francisco Núñez Morel, hoy con 37 años, es un ejemplo de superación. Viene de La Joya, el último lugar donde las familias adineradas buscarían un personaje para animar sus fiestas infantiles. De ahí comenzó una cabalgata enérgica, para abrirse camino en el galopante mundillo del entretenimiento, luego en la televisión y más tarde como productor de otros artistas. En casi dos décadas de mucho trabajo se erigió, en el área infantil, como una figura trascendente dentro y fuera del país. Kanqui era aquel que la muchachada quería ser.
El periodista Máximo Laureano, de Hormigaradio.com, asegura que el caso de Kanqui causa mucha tristeza. Y lo analiza con tres lupas: “Es un muchacho que ha trabajado mucho, creó empresas exitosas, el programa infantil Kanquimanía y el grupo juvenil La Pandillla”.
A su juicio, ha sido un gran choque para la población “por ser una persona querida y ser figura de televisión”.  A eso se suma la preocupación por la familia de payasos que viven del entretenimiento, con la bancada infantil como audiencia principal.
 “Aún cuando el desenlace sea a favor de Kanqui, ya sembró desconfianza en este sector”, analiza Máximo Laureano.
El tercer enfoque es lo delicado que resulta el caso, por tratarse de personas que trabajan con niños y niñas. “Como padre miro mi propio espejo. Pienso en qué le dijeron, qué hicieron mis hijos y mis hijas en una actividad donde han estado cerca de un payaso”, reflexiona Laureano.

Fuente  Externa .

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