El conde Federico Zichy-Thyssen soñaba con descansar para la eternidad en el panteón de su familia, en el castillo alemán de Landsberg, donde también está enterrado su tío, el barón Heini Thyssen. Sin embargo, los restos del artistócrata, que falleció en agosto de 2014 a los 76 años, están depositados en un nicho de Jardín de Paz, un cementerio a las afueras de Buenos Aires. «No se ha respetado su última voluntad. Su tumba está junto a una capilla y él era agnóstico...», se lamenta un viejo amigo de este millonario de nacimiento que, tras vender sus acciones del gigante metalúrgico Thyssen en 1995, engordó su fortuna hasta los 1.000 millones de euros.
La cristiana sepultura del conde germano-húngaro, hijo de un chambelán del Emperador Francisco José de Austria y de una de las herederas del emporio ThyssenKrupp, es una anécdota que palidece ante todo lo ocurrido en las horas posteriores a su muerte en Argentina, su país de adopción. Al día siguiente, sus seis hijos llamaron a un juez y a un fiscal para que irrumpieran en la sala donde se le estaba velando con la orden de realizarle una autopsia. Así comenzó el calvario de la sexta esposa de Zichy-Thyssen, la dominicana Rachel Roman, que desde entonces está atrapada en una trama «hitchcockiana».
Ahora, todo el testamento está en entredicho. «No puede sorprender a nadie que los hijos del conde intenten impugnar su testamento, tratando de despojar a mi madre del legado y de los bienes que por derecho le corresponden, todo lo cual le fue dejado como acto de última voluntad ante notario público, y cuyo monto no alcanza ni al 5 por ciento del total del patrimonio», explica a ABC Franchesca Giráldez, hija de Rachel Roman.
Entre las «migajas» de la herencia de Zichy-Thyssen figuran una mansión en la urbanización Casa de Campo de República Dominicana, valorada en 1,7 millones de euros; un palacete en Palermo Chico, la versión porteña de El Viso, tasado en 3,5 millones; una finca para la cría de caballos árabes en Inglaterra; la «Hacienda Vadillo» de Sevilla, que el conde compró a Miguel Báez «El Litri» en 2014 por 7,5 millones de euros, y varios fideicomisos filantrópicos. Muebles, antigüedades, obras de arte y joyas rematan el suculento lote.
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